martes, 26 de marzo de 2013

Vive en mí tu recuerdo



Los primeros rayos de luz del día me hicieron despertar, me levanté, aparté la cortina, abrí las ventanas de par en par y respiré profundamente… El día era hermoso, lleno de colores vivos y sonidos que invitaban salir a pasear, ví a niños cargados con sus bolsos camino de la escuela acompañados por sus mamás y papás, pequeñas aves revoloteaban y bailaban en los árboles cercanos, la primavera ya estaba aquí, y con ella todo volvía a nacer. Muchos sentimientos se agolparon y me hicieron sentir una profunda paz; cerré los ojos para saborearlos, sentir más y mejor.
Decidí no ir en coche, fuí caminando como caminan los niños al colegio, con ganas de aprender y de jugar a ser mayor, caminando deseaba con toda mi fuerza que la luz del sol me acompañara todo el camino, luz que llega y alimenta tu alma, motor de la paz y el amor. Caminando miraba todo a mi alrededor y veía la gran belleza de las cosas que están ahi inmóviles, quietas y que en su quietud sentía la libertad de encontrar un lugar en el mundo lleno de paz con los pequeños detalles que me rodean.
Casi sin darme cuenta llegué y subí las escaleras para encontrarme con el largo pasillo que me llevaba hasta su habitación, me senté junto a él, todavía dormía y no quise borrar un sueño porque quizás cuando sueñas mantienes viva la esperanza de un despertar lleno de luz…
Abrió tímidamente sus ojos y yo estaba allí, junto a él, me incorporé y le susurré al oido: “Buenos días papá...” se le dibujó una leve sonrisa y volví a sentarme. Tocaron a la puerta y la enfermera entró apresurada con la medicación, “Buenos días José, aquí tiene la pastillita de las 9“, a lo que el cuerpo debilitado de mi padre respondió intentando sentarse en la cama, “Venga, dame, soy todo ojos...”, se nos dibujó a los tres una sonrisa, el humor siempre presente de mi padre nos hacía los días más llevaderos.
Nuevamente nos quedamos solos en la habitación y comenzábamos a tener todo el tiempo para nosotros, para mirar a través de la ventana de esa segunda planta, mi padre me pidió que lo levantara para acercarse a ella, le encantaba mirar a través de la ventana, tal y como lo hago yo, él siempre decía que las ventanas son como la libertad, miras a través de ellas y tu alma se va libre donde el cuerpo no alcanza… Sonrió y me miró.
Tan sencillo como una sonrisa, como la eternidad de un abrazo, como la dulzura de un beso, esa búsqueda de amor de los pequeños momentos, comencé a recordar en aquel instante pequeñas tardes sentado junto a mi padre en el sofá, mientras él dormía yo jugaba sobre sus piernas con pequeños muñecos de playmóbil, recordaba esas tardes llenas de pequeños momentos rebosantes de amor, sencillos con aroma a la tierra que te vió crecer, son esos instantes que no olvidarás jamás por que ahí es donde encuentras tu verdadero yo, tus recuerdos más arraigados, tu corazón, tu sentido en la vida.
Sé que no es fácil saber que poco a poco vas perdiendo al ser que más quieres, esa persona con la que encuentras una complicidad especial, que sigue siendo parte de tu universo y es que no dejas de sentir que se va y necesitas no perderlo jamás… Te repites una y otra vez: No te quiero perder.
Poco a poco el sol se apagaba y comenzaban a brillar charquitos de estrellas, la ventana seguía abierta, mi padre jamás quiso que una cortina tapase la luz del sol o de la luna, toda luz que llega del cielo ilumina el campo de la gente arraigada a su tierra, con aroma a Mar Mediterráneo; un carácter lleno de luz, de paz y de amor… Desde su cama, teníamos largas charlas, hablábamos de casi todo, preocupado por el tiempo que yo pasaba junto a él y que no lo pasaba en mi trabajo o en mi casa, como siempre, preocupado más por mí que por su propia enfermedad y circunstancia, siempre le gustaba hablar de buenos momentos juntos… “¿Te acuerdas de aquella noche?...”, “¿Te acuerdas de lo bien que lo pasamos?...” Siempre quería recordarlos para hacerme feliz, para disimular que no pasaba nada, por que siempre fué una persona alegre, vivaz y así nos lo hizo sentir siempre. Eso que me hizo sentir, es lo que hoy soy yo.
Hoy, recordándole, he hecho un pacto con la eternidad. Él en sus últimos momentos me dijo “Me voy y todo se queda aquí…” lo decía mirando a través de esa ventana infinita, sin horizonte, sin un fin… él era consciente de que había un más allá, pero que el esmero que puso en todo lo que dejó aquí, en su tierra, tiraba mucho, era demasiado fuerte para su corazón, para su alma…. hoy entiendo que no es fácil dejar algo que has amado, algo que has soñado, pero también entiendo que se fué tranquilo, se fué mirando a través de la ventana de su alma y encontró mi corazón por siempre.
Un día Santi, mi hijo de 5 añitos, me dijo: “El abuelito está donde la perrita Laika ¿verdad papá?… una persona menos en la tierra y una estrella más en el cielo…”
A veces, te quedas sin palabras y sólo el sentimiento te hace un nudo en la garganta y sientes que vive en tí un recuerdo y mientras vive ese recuerdo se queda la sencillez de su sonrisa en tu corazón y no se marcha jamás, siempre se queda junto a tí, ese es el pacto entre tú y yo… Vive en mí tu recuerdo.
Feliz cumpleaños papá.

domingo, 20 de enero de 2013

Esos locos bajitos



Un día más te levantas, te aseas, desayunas y te vas... Nuestra vida, en ocasiones, responde a una interminable rutina que en ocasiones impide detenerte a pensar, a observar la sencillez con que tendríamos que tratar nuestras vidas. El amor, siempre nos pone a prueba, ese sentimiento que muchos reprimen por miedo al dolor, es el único que nace de nuestro verdadero interior, es el único que permanecerá inalterable en nuestras almas, por su pureza y sencillez.

Recuerdo, que el amor es lo primero que vi en sus ojos al nacer, recuerdo que buscaba el calor de su piel, de su pecho, y en ese momento entendí lo que significaba el amor. Encuentro en cada palpitar de su pequeño corazón una fuente inagotable de pureza, parte de esa esencia que nos acompaña toda nuestra vida a pesar de nuestra rutina. El amor que percibimos y tenemos de pequeños, nos acompañará por siempre, y con un pequeño gesto sabremos que hemos sido capaces de saber transmitirlo.

Fué la mañana del jueves, cuando a pocos minutos de llevar a Santi al cole, su almuerzo quedó olvidado encima de la mesa, en casa. Cuando estuvimos cerca del colegio, le pregunté si había cogido el almuerzo, se quedó mudo, agachó su cabecita e hizo un gesto que me hizo pensar que efectivamente, su almuerzo no estaba en su mochila; en ese momento no tenía tiempo de regresar por su almuerzo, llegábamos tarde al colegio y yo, llegaba tarde al trabajo... Entonces lo miré y le dije:

- No te preocupes Santi, toma mi almuerzo, yo puedo pasar...
- Nooo papá,... no quiero... pediré a algún amigo de clase.
- No Santi, tú no debes pedir comida a alguien, el papá te la da, no te preocupes.
- (entre lágrimas) Pero papá, yo no quiero que te mueras de hambre...

En ese instante mi alma se encogió, me agaché a su altura y mirándole fíjamente a sus ojitos repletos de lágrimas, le dije:

- Por amor, el papá pasaría hambre por tí, tú eres lo más grande que tengo en mi vida.

Santi me miró, y me abrazó fuerte, como sólo un niño sabe hacer, un abrazo que transmitió toda la energía de su corazón, de su alma, de su amor.

No dejé de pensar durante todo el día en cada palabra, en cada mirada, en cada momento, en esa sencillez con que el verdadero amor fluye como un torrente sin impedimento alguno, capaz de expresar la verdadera belleza cautiva en un niño, esa misma belleza que después ya siendo adultos se desvanece en las miradas, en los gestos.

Cada uno de nosotros tenemos que pararnos a pensar por un instante, lo afortunados que somos por el simple hecho de estar; ser capaces de saber entender que no necesitamos "cosas", necesitamos "personas", afecto, comprensión, necesitamos, como siempre digo: Amor.

Gracias, Santi.



domingo, 12 de febrero de 2012

La gran ilusión

Los ojos abiertos de par en par, como un niño, lleno de ilusión.

Me quedé con la mirada de un niño, estaba jugando en un parque, jugaba con tierra, hojas y una pequeña ramita con la que hacía garabatos, las líneas marcadas en el suelo eran inconexas pero su trazo era firme y hermoso; del otro lado estaba su abuela mientras no perdía detalle de lo que su nieto hacía, mientras tanto yo, miraba y sonreía. Nada podía ser tan bello, tan natural y tan espontáneo.

Tenía prisa, mucha prisa, pero quise detener el tiempo y me senté en aquel parque, pensé en el único fin de aquel niño que marcaba una y otra vez sobre la tierra, en el mismo lugar donde estaba sentado, donde disfrutaba y donde pasaba su tiempo. Tiempo del cual, nosotros, los adultos huimos, tiempo que se nos escurre entre los dedos pensando en otros asuntos que son cuanto menos, nuestro propio obstáculo para volver a tener ese sentimiento de niño.

Hoy sentí la gran ilusión de volver a ser como él.

La mirada cariñosa de su abuelita, me hizo pensar en la cantidad de cosas que debían pasar por su cabeza, la cantidad de sentimientos, de belleza acumulada en un fragmento de su vida, de recuerdos y porqué no, de anhelos. Seguía escuchando lejanas melodías de primavera, sentí que quise ser niño, sentí la pureza de esos locos bajitos, llenos de energía, de felicidad cuando corren, cuando garabatean sobre calquier superficie, cuando atrapan los sueños y cuando se asombran ante pequeñas historias mágicas. Es difícil describir la hermosa armonía del tiempo en la cabecita de un loco bajito, pero a la vez es una sensación locamente agradable.

Escuché la llamada de su abuela, el niño levantó su cabeza y marchó corriendo hacia ella, le dió de beber de su pequeña botellita de agua, mientras le acariciaba el cabello, el niño, poco después, le respondió con un fuerte abrazo, lleno de espontaneidad y de frescura, salió corriendo hacia el lugar donde acariciaba la tierra haciendo garabatos firmes, a los cuales yo no alcanzaba a ver. No podía pensar en nada más, sentí una gran felicidad, una gran ilusión… volver a ser como un niño.

Nos ocultamos detrás de corazas inútiles, de sentiminetos engañosos, de pensamientos falsos e hipócritas y nos olvidamos de lo que una vez fuimos. Un niño es siempre verdadero… con el tiempo, decimos que somos adultos; ¿Seguro?…

Hoy sentí la gran ilusión de volver a ser como un niño.

El autobús a mis espaldas encendía el motor, giré la cabeza, debía darme prisa si no quería perderlo… me acerqué hasta el niño y pude leer un “Te quiero, mamá“, sus garabatos en el suelo eran hermosos, pero su mensaje… su mensaje… me dejó sin aliento; sintió mi presencia, nos miramos y tan sólo llegué a hacerle un ademán con la mano queriendo decirle un tímido “hola”…, me fuí corriendo hacia el autobús y una vez sentado en el vehículo, mientras me alejaba de aquel lugar, veía partir el sueño y los recuerdos de mi niñez, de esos tiernos momentos junto a mi padre, jugando en el sofá, haciendo pequeños garabatos en hojas de papel, esa fragancia única que no me abandonará jamás.

La gran ilusión de ser niño, es no crecer, y cuando sucede, hacerlo con inmenso amor, respeto y comprensión, para que nos acompañe por el resto de nuestros días.

Dedicado con todo mi amor, a mi hijo Santi
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viernes, 10 de febrero de 2012

Respira hondo…

Cuando caminas y miras al horizonte, los edificios, nuestro paisaje, el de cada día… despiertan unos sentidos que nos hace fundirnos en el gran misterio de esto que llamamos VIDA.

Estoy aquí y respiro hondo…

Veo la vida pasar, y cada paso que doy por el mismo lugar, el de cada día, me doy cuenta de que el simple hecho de estar, es una gratitud inmensa hacia esta VIDA llena de cosas malas y buenas, pero que me hacen sentir tan vivo.

El tiempo pasa, pero lo importante es hablar y estar. Un mundo nuevo llenará de esperanza mi corazón, por que todo a nuestro alrededor es hermoso, está lleno de vida y en constante movimiento, brotará el sol de tu pecho, nada es tan malo, nada….

Quiero decirte que en mi, hay un millón de historias bonitas para contarte,
y esas historias son las del día a día, que la vida camina y mientras caminas, respiras hondo…

Cuando las cosas no van bien, cuando parece que todo a nuestro alrededor se nos desploma como una gran gigante hecho de plumas, me doy cuenta que sigo caminando por la misma acera, miro al horizonte y veo el mismo paisaje; ellos están ahí, están ahí conmigo y contigo, es inevitable sonreir por que siento que las cosas ni son tan malas ni tan buenas… simplemente SON.

Quédate siempre conmigo, quédate a mi lado para caminar, quédate a mi lado para VIVIR eternamente, aunque hoy sea mi último día, aunque hoy toque morir…

Respiro hondo…

Siento una brisa fresca caminando por la calle, y de repente sentí ganas de sentarme a esperar pasar el tiempo y conté hasta 100, miré a mi alrededor y todo seguía igual, comencé a ser un poco más feliz por que compartí el tiempo con la frescura de detenerlo cuando yo quise, de abrir los ojos, fijarme en millones de detalles imperceptibles, fué una bendición el sentir un silencio tan
hermoso, en esa calle, la calle de todos los días, los detalles pequeños, pero que son los más grandes de mi corazón ¿Qué más puedo encontrar?.

Observa a tú alrededor, libera tu mente y te darás cuenta que si disfrutas de TÚ PRESENTE, todo será más bello y tomará un nuevo sentido, un rumbo lleno de esperanza.

Me levanto, veo lo bueno, lo malo… me levanto y respiro hondo…

Respira hondo, llena tú alma de aire fresco y sonríe…

¡¡ESTÁS AQUÍ!!